domingo, 18 de diciembre de 2016

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Tener ganas de morir no es igual a querer vivir otra vida.
Escapar no es migrar,
ocultar no es mentir.

Llevo puesto el antifaz porque así lo prefiero
cuando pase la tormenta sé que veré horizontes.

Mientras tanto, la brisa que tanto esperé
está adornada de truenos.
Despierto un domingo cualquiera
y vivo un día nuevo, irremediablemente.

No sé en qué tener fe.

La norma de la libertad tampoco la creo.
Por un instante puedo salir (de qué? de dónde?),
sí,
por UN INSTANTE.
 
La pregunta es mi estado permanente.
Mi sombra, la soledad.

Diciembre.

domingo, 2 de octubre de 2016

Ir y Venir


Mientras mi cabeza no para de preguntarse cual es la pieza que falta para que todo cuadre es como si desde mis articulaciones saliesen hilos de sangre, agudos y tensos, disparados hacia distintas direcciones.
Ir y venir de las cosas, lugares y sensaciones. Gotear a veces, otras resbalar sobre las piedras que adornan el cristalino arroyo de donde suele nacer un torbellino. Gotear a veces, como sudor, lágrimas o escupitajos.

Llevo puesto el impermeable y cuando llueve alrededor y se sacude el horrible tráfico de gente y humores, por dentro tengo un diluvio de silencios o espacios en blanco. No es nada triste, que quede claro. Es más bien incómodo y precisamente indescriptible. Una extraña tranquilidad parecida a la certeza de la muerte reposa en los espacios que hay entre los minutos y segundos. Me río de la estupidez que pretende contar el tiempo. Puede vivirse tanto en poco "tiempo", lo viví.

El jardín de la duda florece completo con la primavera. Escribir cansa cuando hay una electricidad corriendo entre la punta de los dedos, la ahorta, la oreja, el pezón, el glande y los dedos de los pies.

Una linea es ir y venir. Prefiero girar.

2/10/16

jueves, 25 de agosto de 2016

Aburridisimo



Taciturno, su mirada se mezcla con la noche, como un agujero de inmensidad entre altos edificios y cemento alrededor. Repite lo mismo una y otra vez como olvidando lo que dijo. Sí, tomó un poco más que yo, pero de mi boca el olor a porro sale como si fuera menta. ¿Se pretenderá algún equilibrio entonces? Bah... palabras. La magia es otra cosa y dura poco como una picadura intensa y fugaz.

Siempre pequeño, pero máximo, a lo bonaparte estoy acá con el tabaco encendido y arrebatos de retórica y deseo como descorchando un champange que explota espuma al viento. De a momentos preferiría estar solo, pero me seduce su compañía. Sonríe mirandome a los ojos, como disfrutando de la hipnosis que produce, como le observo los dedos. Un chico teorema más en la semana.

Y los labios. Las manos. Todo parece perfecto en él para satisfacer la noche laboral luego de que "no haya estado pasando nada en mucho tiempo". Hace días llegó y siempre está callado mirando los rincones, como muy educado o distante. Yo lo miré al entrar y hasta hoy, cuando me mira a los ojos, no me había percatado de que en serio es muy atractivo. MUY.

HETERO el tipo. Supuestamente. Le gusta la tipa más ninfómana del hostel que obviamente no le da bola porque tiene re pinta de puto. Yo olí un edipo raro disfrazado de heterosexualidad, si al final vino a acudir a mi, que desde el primer momento le aclaré que me parecía atractivo y que no se acerque tanto porque no iba responder de mis actos (re cagón igual jamás me animé a tirarme encima de él).

Conversamos y fumamos tabaco jugando a que él quiere fumar dentro del hostel y yo no le permito. Es un nene y yo el nerd que no quiere romper las reglas. Pero estoy en mi trabajo pues, no quiero anarcofiesta de irresponsabilidad, al menos no por un supuesto hetero que muere de histérico. Le hago ver un videito que hice para Instagram y al rato saca el celular para mostrarme una foto de su sobrina. Toque sus tobillos, sus piernas, si fuera por mi le lamería el ojo. Hasta el ojo.

Se fue a dormir después de la charla. Me comporté raro también, como loquito pero porque no sé como reaccionar y ahora desde mi escritorio mirando la pantalla de la cámara central busco a ver si no sale de su cuarto y se va a echarse un meo o algo para JUSTO pasar por ahí y a ver si al menos medio dormido le hago aduana.

Lo peor, como broche de oro, viene bajando con unas medias blancas que dibujan unos dedos rendondos, pies divinos y todo más relajado con una maderita de palo santo en la mano. La enciende y yo me acerco a él. Teatralmente. O sea como en un ejercicio de escuela de te-a-tro y me apoyo contra su hombro con la cabeza, le tomo la cintura con los brazos y le rodeo un rato. Con el deseo debajo de la piel como una bomba. El está tan borracho que tambalea, pero se queda ENTIENDEN se queda. Le huelo.

Se rocía después de eso el palo santo espantando MIS malos espíritus y se va a dormir. Voy hasta frente a su cuarto como esperando que salga a besarme y no sale.Y vengo a escribir esto a la computadora de la recepción. Eso nomás.

jueves, 18 de agosto de 2016

Yemas


Ilustración: Flor Martino



¡Cómo clavan tus espinas!
Desvanezco,
gotea mi sangre en la alfombra.


¡Cómo embriaga tu recuerdo!
Acaricio
con las yemas de los dedos
tu sombra.


Oct, 2009

Micro-relato Epifánico




Vi como un mundo se despertó frente a mí, sólo frente a mí porque estaba aislado y además completamente perdido en los mismos lugares de siempre. Entonces, la certeza de que los ciclos acaban me pesó como una plomada caída del cielo sobre mi cabeza y abriendo las manos, decidí soltar, soltar todo y cuanto creía poseer porque en verdad lo único que traigo conmigo es este cuerpo que soy, que me contiene y sostiene, y nada más.


18/8

domingo, 14 de agosto de 2016

Poema X - Agonía


De mi boca te di luz y ambrosía
te di quizás, sin ver, mis primaveras
yo sé amor que tú nos las pedías
pero no te las dí porque quisieras.

Te di mi boca porque era el ungüento
del que, en padecimiento, carecías
y no pensé entonces ni un momento
si era mi amor lo que en verdad querías.

Por eso di un amor de amaneceres
de brisas que acarician, de placeres,
y dí, ya sin medir, sin que pidieras.

Y si es que hoy en mis ojos se inundan
las lágrimas, mi amor, por tu partida
no pienses ni un instante que es tu culpa,
fui yo quién decidió darte su vida.

Tan sólo te pido que cuando observes
aquellas cicatrices hoy sanadas
recuerdes qué te dí, y me preserves
aun entre tus cosas olvidadas.

Porque a pesar de que vivo vacío
y tu padecimiento hoy es el mio,
yo sé que esto no es lo tú que querías.

Lo que restó de aquellas privameras
son flores secas todas prisioneras
en la tierra muerta de mi agonía.

Mayo, 2012

sábado, 6 de agosto de 2016

¿FE?

Erré.

Muchas veces y de muchas formas
contra mi, contra él y contra el mundo entero
entre sábanas y canciones
enredando la cara oscura
con la iluminada.

Es miedo
más que otra cosa
eso que rebosa como hirviendo
sobre el estómago y antes de la boca.

¿Quién no lo sufre?

A veces lo desafío.
Y creo en dios, en el diablo y en todos los mitos que maté
para poder pedir auxilio en alguna parte.

Un abrazo,
y todo va a estar bien. 

miércoles, 3 de agosto de 2016

Narcisolos

En este lago cibernético,
aparentemente infinito
los narcisos empiezan a competir
por quién tiene el reflejo más grande.

Tanto, que hay días
en que un simple "eco",
un "me gusta" puede cambiar
su aburrida jornada
en el mejor día de su vida.

Por la noche, los ojos cansados
ansiosos por alguna novedad
siguen escarbando
en esa soledad de mirar el mundo
dentro de un rectángulo brillante.

Los abrazos y las miradas
se están convirtiendo en otro idioma.

Y cuando no es "tener" el anhelo máximo,
es "aparentar".

FIN

(Publicado, obvio, desde mi soledad preferida)

3/8/16

viernes, 22 de julio de 2016

Algún día entenderás cuanto te quise



Algún día entenderás cuánto te quise.
Mirarás detrás de tus hombros,
años atrás quizás
y encontrarás nuestro plenilunio
entre tus espejos rotos.

Esa flor blanca seguirá guardada
entre las amarillas hojas de tu diario.
Y yo, siempre de lejos
iré a soplar tu cuello por las noches
confundido en una brisa cualquiera
y rozaré tu mano, y tu mejilla,
siempre de lejos.

31/05/13

miércoles, 13 de julio de 2016

El Arroyo



En la pequeña ciudad que poco a poco fue construida en la cima de la montaña ellos sentían que estaban a salvo. Luego de varios estudios sociológicos, filosóficos y hasta metafísicos, un grupo de cultos maniquíes que como grabadoras gastadas repetían lo mismo sin cesar, concluyó con aburrida elocuencia que jamás podrían sentirse parte del horroroso circo que se había armado en ese mundo y decidieron subir a buscar, como los anacoretas, un recinto donde a tientas esperar una digna muerte.
Es mejor rehacer nuestra vida aquí, como si no pasase nada afuera-se dijeron y empezaron la gigante tarea de subir todas las cosas que le parecían valiosas a la cúspide, la que ellos conocían como el punto más alto. En valijas, barriles y hasta carretas iban sigilosamente durante las noches entre las boscosas distancias que separaban el pueblo de la montaña hasta que un día finalmente, después de un alba común y silvestre que percibieron como epifánico, lograron asentarse definitivamente en su anhelado “nuevo sitio”.
Los líderes eran tres, como los mosqueteros, los reyes magos o las hermanas de la Cenicienta. Tres imbéciles de tamaña caradurez que le permitía sentirse mejor que el resto por el sólo hecho de estar cansados y no tener ánimo de compartir humores con las personas que veían ir y venir del mercado, hablar del mismo partido de fútbol una y otra vez, mirar las mismas revistas y sorprenderse por las mismas cosas.
Al principio, se maravillaban todas las mañanas en su pequeña Babel. Con el tiempo, construyeron sus casas y empezaron a escoger, a dedo por supuesto, a los dignos mequetrefes que podrían ilusionarse como ellos pensando en una vida diferente. Claro que ellos planeaban gobernar y al final, a pesar de sus infantiles ensoñaciones, nacería en el seno de su ambición por mejorar el germen del vicio asqueroso que invade la humanidad como una peste negra, la sed de poder.
Pasaron los años y tres palacios gigantes se alzaron en la colina. Sus conocidos de la vida anterior miraban de lejos esas edificaciones y las ignoraban. Ni siquiera esa curiosidad morbosa que es tan común en la plebe se había despertado. Sin embargo, los tres fundadores de la ciudad de la montaña creían que paulatinamente se convertirían en leyendas y que su nuevo hogar se establecería como un imperio a lo largo y ancho del planeta.
Como pudieron se organizaron para hacer de ese lugar confortable. No tardó en aparecer el primer malentendido, la riña inicial, y conforme las décadas transcurrían la rivalidad entre los amigos terminó por separar la pautada koinonía primigenia convirtiéndola en el mismo infierno del que decidieron huir.
Uno de los tres, sin embargo, angustiado por el sinsentido de su vida, solía perderse en el bosque a propósito e inclusive llegar a tener meses de soledad absoluta, sin saber de un lado ni del otro.
Fue así que en una de sus expediciones, pudo oler entre la paz del verde musgo que lo rodeaba un fuerte aroma a quemado y se alarmó gravemente por pensar que se trataría de algo premeditado, de una nueva guerra o la tan esperada conquista de uno de los bandos sobre el otro. Corrió a un arroyo cercano y se sumergió dentro hasta las narices, seguro de que en ese lugar no habría fuego que logre alcanzarlo.
Luego de unos días, el olor cesó y aparentemente una extraña tranquilidad reinaba en todo el entorno. Aburrido pues de tanto misterio decidió emprender viaje, pero esta vez de regreso a la civilización que previamente había rechazado.
Gigante fue su sorpresa al ver todo el lugar destruido y en la cima de la montaña a lo lejos, aún algunas llamas se elevaban hasta casi tocar las nubes. Un olor a carne quemada se contoneaba entre la tenue humareda y su angustia previa sólo podía conocer ahora la amargura de la completa soledad.
Todos habían muerto. Por fin sus problemas terminaron. Empezó entonces una danza tan libre y desconocida que se sentía parecido a un espíritu. Su cuerpo recorría los restos calcinados como si bailase sobre flores suaves y algunos sonidos que se filtraban desde las arboladas hacían de música para sus piruetas.
Un eco llegó desde lejos como una canción de amor y entonces miró para la montaña. Los recuerdos de los tiempos pasados le parecieron tan vanos y vacíos, ni siquiera el pensar en las risas compartidas despertaba en él la mínima nostalgia.
Pensó entonces “Capaz el muerto sea yo”. Y con total apatía por el asunto, continuó su baile en dirección a los bosques, añorando ese pequeño arroyo que de ahora en más, sería su sitio predilecto en lo que restaba del mundo. 

13/7/16